¿A que llamamos madurar? ¿Las personas siempre maduran? ¿Cuándo maduramos? ¿Qué nos lleva a madurar? ¿Por qué hay personas que maduran más rápido que otras? ¿Es necesario madurar?
Desde un enfoque psicológico la maduración o crecimiento mental es un amoldamiento progresivo de las pautas de conducta mediante la diferenciación e integración, que incluye la complementación de herencia y ambiente. El ambiente estimula el desarrollo pero para ello necesita de la maduración adecuada. Es un proceso de crecimiento continuo, algunas personas crecen y no quieren hacerse responsables, y buscan el apoyo ambiental. Porque tienen la idea de que no pueden solos contra la vida, es decir evitan el proceso de madurar y darse tiempo para este proceso.
Esa madrugada comencé a notar un cambio en mi el cual no podía comprender, veía todo muy confuso y me aterraba la manera de pensar por la que estaba transitando. Hasta no hace mucho prefería actuar a meditar, pero ahora no logro hacer nada sin antes evaluar lo positivo y negativo de cada situación que se me presenta.
Maitena se sentía diferente al resto, no podía comprender que era lo que le había sucedido y al mirar a su entorno se notaba como un bicho raro. Ya no le divertían las mismas actividades que tiempo atrás disfrutaba, ahora todo era distinto y como es normal, lo distinto nos genera miedo.
Con solo 23 años ya había vivido casi todo lo que se imaginaba y algunas experiencias inesperadas también la acompañaron en este trayecto.
Habían pasado 6 meses desde que conoció lo que es sufrir por amor y aun no podía finalizar su duelo a pesar de que el final se produjo por mutuo acuerdo, para su entorno este asunto estaba completamente superado pero ella sabía que no era tan así. Ocupaba su mente con diferentes tipos de actividades para no pensar en lo que tanto le dolía pero cuando se encontraba en inactividad una serie de hechos se arremolinaban en su mente. Estaba segura de que esa relación había logrado un cambio en ella, pero no quería aceptarlo, negaba lo que le sucedía y no comprendía por que ocurría.
Nada malo le pasaba a Maitena, solamente noto que estaba creciendo.
Las salidas con amigas ya no la divertían, prefería la calma del día a los excesos de la noche. No le interesaba tener relaciones eventuales si no que comenzó a buscar una persona que la termine de complementar, tomaba seriamente sus estudios y ponía empeño en mejorar en el ámbito laboral.
Estos cambios repentinos la aterraban, quería volver a ser como era: descuidada, despreocupada, atolondrada, espontánea, todo lo que creía que la hacia feliz.
Una mañana, en el trabajo le comento a Daniela, su compañera de oficina 2 años mayor que ella, lo que le estaba ocurriendo. Daniela sonrío y le dijo que era algo pasajero pero que necesitaría una ayuda especial. Maitena no creía en psicólogos, pero en esa semana tuvimos nuestro primer encuentro.
Llegando al quinto, me comento el motivo real por el cual se había acercado a mí. No puedo quitar de mi retina esa carita que estallo en llantos al decir que no se conocía. Por una cuestión ética respete ese llanto y cuando note que era el momento comencé a hablar. Su mirada estaba perdida, mis ideas le habían llegado, quería superarlo pero aun faltaba tiempo.
Encuentro tras encuentro nos sumergíamos en su pasado y presente. El juego estaba planteado solo había que comenzar a mover algunas fichas, lo cual le costo mas de lo que creía sin embargo aunque ella no lo notara la aceptación había comenzado a aparecer. Ya no era una niña pero aun no se sentía mujer.
Tenia frente a mi una adolescente que necesitaba respuestas y si bien no se las brinde cuando ella me lo solicitaba le abrí la puerta para que pudiera ver lo que tenia frente a si misma.
El llanto fue desapareciendo, sus ideas comenzaron a tomar forma y el miedo al futuro ya no era como antes. Mentiría si dijera que esta conforme con su nueva manera de ver el mundo, pero ya no la atormenta tanto como el día en que nos vimos por primera vez.
El último encuentro llegó, Maitena no se quería despedir ya que consideraba que si llego hasta acá fue por mi apoyo sin embargo minutos antes de la despedida logre hacerla comprender que el camino siempre lo recorrió sola, yo estaba para levantarla en cada caída pero las heridas las limpiaba ella.
Desde esa día solo nos vimos 3 veces más, estaba sorprendida de lo bien que se sentía y que no cambiaría este estado por nada que le pasara.
Maitena hoy tiene 28 años y una hija por la cual daría su vida, varias veces se tropezó en el camino y muchos tropiezos mas le esperan. Espero que siempre pueda levantarse e identificar donde están las piedras para en un futuro si tiene una frente a si solamente trastabille hasta que logre pasarles por arriba sin más.
Nada malo tiene madurar, lo nuevo siempre nos aterra ya que nos estaremos enfrentando a algo desconocido. Cuando te encuentres en una situación similar a esta, no desesperes, trata de ver el lado positivo e intenta aprender de ello. La vida es un cambio constante y hay que estar preparado para sobrellevarlo de la mejor manera posible.
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